sábado, 18 de noviembre de 2017

El problema de los otros

Siempre pensamos que nuestros problemas y dificultades son únicos y más importantes que los de los demás. Y ello nos resta objetividad a la hora de percibir las situaciones que nos rodean.

Me ha gustado mucho el cuento que comparto esta semana, titulado El problema de los otros, original del escritor brasileño Paulo Coelho, porque trata precisamente de este tema y nos hace reflexionar sobre la madurez personal para acometer estas situaciones.

Y básicamente todo se reduce a estar abiertos para pensar en los problemas de los demás y ser conscientes de que cada persona tiene sus propias dificultades.

En definitiva, se trata de afrontar la vida con amor y sin egoísmos para centrarse en el bien más alto: estar al servicio de los demás con generosidad y disposición.

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El problema de los otros

Érase una vez un sabio muy conocido que vivía en una montaña del Himalaya. Cansado de convivir con los hombres, había optado por una vida sencilla, y pasaba la mayor parte de su tiempo meditando.


Su fama, no obstante, era tan grande que las personas estaban dispuestas a caminar por estrechos senderos, subir colinas escarpadas, o vadear caudalosos ríos, apenas para conocer a aquel hombre santo, al que creían capaz de resolver cualquier angustia del corazón humano.

Este sabio, como era un hombre muy compasivo, no dejaba de dar un consejo aquí y otro allá, pero procuraba librarse cuanto antes de los visitantes no deseados. A pesar de todo, éstos aparecían en grupos cada vez mayores y, en cierta ocasión, una multitud se agolpó a su puerta diciendo que en el periódico local se habían publicado bellas historias sobre él, y que todos estaban seguros de que sabía cómo superar las dificultades de la vida.

El sabio nada dijo; les pidió a todos que se sentasen y esperasen. Pasaron tres días, y no paraba de llegar gente. Cuando ya no quedaba espacio para nadie más, él se dirigió a la muchedumbre que esperaba frente a su puerta:

-Os os voy a dar la respuesta que todos queréis. Pero debéis prometerme que, a medida que vuestros problemas se solucionen, les diréis a los nuevos peregrinos que me fui de aquí, de manera que yo pueda continuar viviendo en la soledad que tanto anhelo


Los hombres y mujeres presentes hicieron un juramento sagrado: si el sabio cumplía lo prometido, ellos no dejarían que ningún otro peregrino subiese a la montaña.

-Contadme vuestros problemas –pidió entonces el sabio.

Alguien comenzó a hablar, pero fue inmediatamente interrumpido por otras personas, ya que sabían que aquélla era la última audiencia pública que el hombre santo daría, y temían que no tuviera tiempo de escucharlos a todos. A los pocos minutos, la situación ya era caótica: multitud de voces gritando al mismo tiempo, gente llorando, hombres y mujeres arrancándose los cabellos de desesperación, ante la imposibilidad de hacerse oír.

El sabio dejó que la escena se prolongase un poco más, y por fin gritó:

-¡Silencio!

La multitud enmudeció inmediatamente.

-Escribid vuestros problemas y dejad los papeles aquí, frente a mí.

Cuando todos terminaron, el sabio mezcló todos los papeles en una cesta, pidiendo a continuación:

-Id pasando esta cesta de mano en mano, y que cada uno saque un papel y lo lea. Entonces podréis cambiar vuestro problema por el que os ha tocado, o pedir que os devuelvan el papel con el problema que escribisteis originalmente.


Todos los presentes fueron tomando una de las hojas de papel, la leyeron, y quedaron horrorizados. Sacaron como conclusión que aquello que habían escrito, por muy malo que fuese, no era tan serio como lo que afligía a sus vecinos. Dos horas después, intercambiaron los papeles, y cada uno volvió a meter en su bolsillo su problema personal, aliviado al saber que su aflicción no era tan dura como se imaginaba.

Agradecieron la lección, bajaron la montaña con la seguridad de que eran más felices que los demás, y –cumpliendo el juramento realizado- nunca más permitieron que nadie perturbase la paz de aquel hombre santo.



La Historia de la Semana

domingo, 12 de noviembre de 2017

Bois de Boulogne

Ya toca un poco de música para disfrutar unos minutos de relax.

El grupo alemán Tangerine Dream dedicó un disco a parques famosos de grandes ciudades titulado, como se puede suponer, Le Parc, que fue publicado en el año 1985.

A mi me gustan prácticamente todos los temas del disco, pero he escogido para esta ocasión el dedicado al Parque de Bolonia en Paris, que lleva por título Bois de Boulogne

Aquí va a continuación.



La Historia de la Semana

domingo, 5 de noviembre de 2017

Vivir feliz


Comparto esta semana una serie de consejos para vivir feliz que me han llegado y que están llenos de sentido común y sabiduría popular.

Muchas personas se complican la vida ideando grandes historias para alcanzar la felicidad cuando es mucho más sencillo encontrarla en las situaciones cotidianas cuando las afrontamos con un grado regular de madurez.

Estos consejos fueron escritos por Jackson Brown para su hijo cuando se fue de casa para estudiar en la universidad, quien los distribuyó entre sus compañeros y se hicieron tan célebres que editaron un libro con ellos.

Todos me parecen importantes, pero si tuviera que destacar alguno me quedaría con el que dice: recuerda que se logra más de las personas por medio del estímulo que del reproche.

Aquí va un resumen de los consejos para Vivir feliz. Es un poco largo pero merece la pena leerlo.


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Vivir Feliz 

 
Observa el amanecer por lo menos una vez al año.

Estrecha la mano con firmeza, y mira a la gente de frente a los ojos.

Elige a un socio de la misma manera que elegirías a un compañero de tenis: busca que sea fuerte donde tú eres débil y viceversa.

Desconfía de los fanfarrones: nadie alardea de lo que le sobra. 


Recuerda los cumpleaños de la gente que te importa. 

Evita a las personas negativas; siempre tienen un problema para cada solución.

Maneja autos que no sean muy caros, pero date el gusto de tener una buena casa.

Nunca existe una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión. 


No hagas comentarios sobre el peso de una persona, ni le digas a alguien que está perdiendo el pelo. Ya lo sabe.

Recuerda que se logra más de las personas por medio del estímulo que del reproche (dile al débil que es fuerte y lo verás hacer fuerza).

Anímate a presentarte a alguien que te cae bien simplemente con una sonrisa y diciendo: Mi nombre es fulano de tal; todavía no nos han presentado.

Nunca amenaces si no estás dispuesto a cumplir. 


Muestra respeto extra por las personas que hacen el trabajo más pesado. 

Haz lo que sea correcto, sin importar lo que otros piensen. 

Dale una mano a tu hijo cada vez que tengas la oportunidad. Llegará el momento en que ya no te dejará hacerlo.

Aprende a mirar a la gente desde sus sandalias y no desde las tuyas. Ubica tus pretensiones en el marco de tus posibilidades.

Recuerda el viejo proverbio: Sin deudas, sin peligro. 


No hay nada más difícil que responder a las preguntas de los necios. 

Aprende a compartir con los demás y descubre la alegría de ser útil a tu prójimo. (El que no vive para servir, no sirve para vivir).  

Acude a tus compromisos a tiempo. La puntualidad es el respeto por el tiempo ajeno.

Confía en Dios, pero cierra tu auto con llave.

Nunca confundas riqueza con éxito.
No pierdas nunca el sentido del humor y aprende a reírte de tus propios defectos. 

No esperes que otro sepa lo que quieres si no lo dices. 

Aunque tengas una posición holgada, has que tus hijos paguen parte de sus estudios.

Has dos copias de las fotos que saques y envíalas a las personas que aparezcan en las fotos.


Trata a tus empleados con el mismo respeto con que tratas a tus clientes.

No olvides que el silencio es a veces la mejor respuesta.

No deseches una buena idea porque no te gusta de quien viene. 


Nunca compres un colchón barato: nos pasamos la tercera parte nuestra vida encima de él. 

Escucha el doble de lo que hablas (por eso Dios nos dio dos oídos y una sola boca).
Cuando necesites un consejo profesional, pídelo a profesionales y no a amigos.

Aprende a distinguir quiénes son tus amigos y quiénes son tus enemigos.

Nunca envidies: la envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento.

Recuerda que la felicidad no es una meta sino un camino: disfruta mientras lo recorres. 



La Historia de la Semana