sábado, 13 de junio de 2009

La ventana

Muchas veces vamos tan acelerados con nuestras cosas que no nos damos cuenta de las necesidades que hay a nuestro alrededor, no sólo de las materiales, que tanto llaman la atención, sino especialmente las necesidades de los corazones de las personas.


Y cuando caemos en la cuenta, solemos primero cubrir nuestras espaldas y dar de lo que nos sobra. La historia de esta semana va más allá todavía: dar de lo que se carece. ¿A que parece imposible? Pues continuad leyendo y veréis.
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La ventana

Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación un hospital.

A uno se le permitía sentarse en su cama cada tarde, durante una hora, para ayudarle a drenar el líquido de sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación. El otro hombre tenía que estar todo el tiempo boca arriba. Los dos charlaban durante horas.

Hablaban de sus mujeres y sus familias, sus hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, dónde habían ido de vacaciones... Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana.

El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades y colores del mundo exterior. La ventana daba a un parque con un precioso lago. Patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños lo hacían con sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano entre flores de todos los colores del arco iris. Grandes árboles adornaban el paisaje, y se podía ver en la distancia una bella vista de la línea de la ciudad. El hombre de la ventana describía todo esto con un detalle exquisito y el del otro lado de la habitación cerraba los ojos e imaginaba la idílica escena.

Una tarde calurosa, el hombre de la ventana describió un desfile que estaba pasando. Aunque el otro hombre no podía oír la banda, podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo describía el hombre de la ventana con sus mágicas palabras. Pasaron días y semanas. Una mañana, la enfermera de día entró con el agua para bañarles, encontrándose el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había muerto plácidamente mientras dormía.

Se llenó de pesar y llamó a los ayudantes del hospital, para llevarse el cuerpo.
Tan pronto como lo consideró apropiado, el otro hombre pidió ser trasladado a la cama al lado de la ventana.

La enfermera le cambió encantada y, tras asegurarse de que estaba cómodo, salió de la habitación. Lentamente, y con dificultad, el hombre se irguió sobre el codo, para lanzar su primera mirada al mundo exterior; por fin tendría la alegría de verlo él mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana al lado de la cama... y se encontró con una pared blanca.

El hombre preguntó a la enfermera qué podría haber motivado a su compañero muerto para describir cosas tan maravillosas a través de la ventana.

La enfermera le dijo que el hombre era ciego y que no habría podido ver ni la pared, y le indicó: “Quizás sólo quería animarle a usted”.

domingo, 7 de junio de 2009

Consideraciones sobre los alumnos

Estamos ya a las puertas de los exámenes y me ha parecido interesante compartir algunas reflexiones profundas, diría casi metafísicas u ontológicas, sobre los alumnos para tenerlas muy en cuenta :-)) (especialmente los que somos profes...)


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Consideraciones sobre los alumnos:


1. El alumno siempre tiene la razón, pero nunca se la dan.


2. El alumno no copia, contrasta resultados.


3. El alumno no saca chuletas, recuerda el tema.


4. El alumno no duerme en clase, reflexiona.


5. El alumno no hace pellas (deja de ir a clase), su presencia es requerida en el bar.


6. El alumno no habla en clase, intercambia impresiones.


7. El alumno no mastica chicle, fortalece sus encías.


8. El alumno no come pipas, estudia botánica.


9. El alumno no lee revistas en clase, se informa.


10. El alumno no insulta al profesor, le saca defectos.


11. El alumno no pinta en las mesas, practica expresión artística.


12. El alumno no llega nunca tarde a clase, los demas se adelantan.


13. El alumno no se cansa en gimnasia, guarda fuerzas.


14. El alumno no se retrasa, le retienen.


15. El alumno no se distrae, examina los fluorescentes.


16. El alumno no tira tizas, estudia la ley de la gravedad.


17. El alumno no suspende, le suspenden.


18. El alumno no tira papeles al suelo, se le caen.


19. El alumno no corre por los pasillos, hace pruebas de velocidad.


20. El alumno no escupe, descongestiona las fosas nasales.


21. El alumno no pasa del profesor, el profesor pasa del alumno.


22. El alumno si ve a alguien que descansa le ayuda.


23. El alumno cuando tiene ganas de trabajar se sienta y espera a que se le pasen.


24. El alumno no destroza el colegio, le da un toque modernista.

sábado, 6 de junio de 2009

Asamblea en la carpintería

Ya se acaba el curso y hay que ir pensando en las vacaciones... ¡pero después de los exámenes!


Esta semana comparto un cuento que leí hace tiempo y me encantó por el significado que tiene en el ámbito educativo y personal. En muchas cosas de la vida tenemos que trabajar en común con otras personas, pero ¿cuál es la diferencia entre trabajar juntos y trabajar en equipo? Básicamente, para mí es reconocer que todos tenemos defectos pero que lo que importa de verdad son nuestras cualidades para poder aportar lo mejor que somos y tenemos. Aquí os dejo con esta Asamblea en la carpintería.
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ASAMBLEA EN LA CARPINTERÍA


Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña y curiosa asamblea: se reunieron las herramientas para tratar de arreglar sus diferencias.
El martillo tomó la palabra y quiso ejercer la presidencia, pero la asamblea le notificó que debía renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y además se pasaba todo el día golpeando.
El martillo, tras un instante de vacilación, aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo. Dijo que era muy retorcido y que había que darle muchas vueltas para que sirviera para algo.
Ante este ataque, el tornillo aceptó también su culpa, pues reconoció que era verdad. Pero inmediatamente pidió la expulsión de la lija: ¡era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás!
La lija estuvo de acuerdo, a condición de que también fuera inhabilitado el metro, pues siempre se lo pasaba midiendo a los demás según sus medidas, ¡como si fuera el único perfecto!
En estas estaban cuando entró el carpintero. Se puso el traje de faena e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo, y, finalmente, de una tosca madera inicial fabricó un bonito mueble.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó con más fuerza sus deliberaciones. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:
- Señores, ha quedado demostrado que tenemos muchos defectos, pero el carpintero se fija y trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos más en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos.
La asamblea, tras unos instantes de estupor, encontró que el martillo era fuerte, que el tornillo unía y daba consistencia, que la lija era especial para limar asperezas y que el metro era preciso y exacto.
Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de la mejor calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.
Y desde aquella asamblea, sin que nos demos cuenta, ese equipo no ha dejado de servirnos y hacernos la vida más fácil y agradable.